Nació en 1789 cerca de Lyon, Francia. Su padre que llegó a ser alcalde del pueblo, por defender y favorecer la religión tuvo que sufrir mucho durante la revolución francesa. La mamá era sumamente devota de la Virgen Santísima y le infundió una gran devoción mariana a Marcelino, desde muy pequeño, y le consagró su hijo a la Madre de Dios.Una tía muy piadosa le leía Vidas de Santos, y estas lecturas lo fueron entusiasmando por la vida de apostolado. La lectura de las Vidas de Santos entusiasma mucho por la virtud.Creció sin asistir a la escuela, pero las lecturas caseras lo fueron formando en un fuerte amor por la religión.Desde muy niño demostró mucha capacidad para aprender la albañilería, y la practicó en su niñez, y después este oficio le va a ser muy útil en sus fundaciones. También era ágil para el negocio. Compraba corderitos, los engordaba, y luego los vendía y así fue haciendo sus ahorros, con los cuales más tarde ayudará a costearse sus estudios.Terminada la revolución francesa, el Cardenal Fresh (tío de Napoleón) se propuso conseguir vocaciones para el sacerdocio y fundó varios seminarios. Cerca del pueblo de Marcelino abrieron un seminario mayor y un sacerdote visitador llegó a la casa de los Champagnat a visitar a alguno de los jóvenes a ingresar en el nuevo seminario. A Marcelino le entusiasmó la idea, pero su padre y su tío decían que él no servía para los estudios sino para los oficios manuales. Sin embargo el joven insistió y le permitieron entrar en el seminario.Como lo habían anunciado el papá y el tío, los estudios le resultaron sumamente difíciles y estuvo a punto de ser echado del seminario por sus bajas notas en los exámenes. Pero su buena conducta y el hacerse repetir las clases por unos buenos amigos, le permitieron poder seguir estudiando para el sacerdocio.En el seminario tenía otro compañero que, como él, tenía menos memoria y menos aptitud para los estudios que los demás, pero los dos sobresalían en piedad y en buena conducta y esto les iba a ser inmensamente útil en la vida. El compañero se llamaba Juan María Vianey, que después fue el Santo Cura de Ars, famoso en todo el mundo.Poco antes de recibir la ordenación sacerdotal, él y otros 12 compañeros hicieron el propósito de fundar una Comunidad religiosa que propagara la devoción a la Sma. Virgen y fueron en peregrinación a un santuario mariano a encomendar esta gracia. Marcelino logrará cumplir este buen deseo de sus compañeros.En 1816 fue ordenado sacerdote y lo nombraron como coadjuntor o vicario de un sacerdote anciano en un pueblecito donde los hombres pasaban sus ratos libres en las cantinas tomando licor, y la juventud en bailaderos nada santos, y la ignorancia religiosa era sumamente grande.
martes, 6 de abril de 2010
LA HUMILDAD MARISTA
La humildad nos acerca a Dios y nos hace apreciar nuestra realidad frente a la grandeza Divina. Conoce cómo vivir a fondo esta virtud.Narra San Mateo en el Evangelio de la Misa (1) que Jesús se retiró con sus discípulos a tierras de gentiles, en la región de Tiro y de Sidón.Allí se le acercó una mujer que, a grandes gritos, imploraba: “¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio.” Jesús la oyó y no contestó nada. Comenta San Agustín que no le hacía caso precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no callaba para negarle el beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia humilde (2).La mujer debió de insistir largo rato, de tal manera que los discípulos, cansados de tanto empeño, dijeron al Maestro: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. El Señor le explicó entonces que Él había venido a predicar en primer lugar a los judíos. Pero la mujer, a pesar de esta negativa, se acercó y se postró ante Jesús, diciendo: “¡Señor, ayúdame!”Ante la perseverante insistencia de la mujer cananea, el Señor le repitió las mismas razones con una imagen que ella comprendió enseguida: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.” Le dice de nuevo que ha sido enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a los paganos. El gesto amable y acogedor de Jesús, el tono de sus palabras, quitarían completamente cualquier tono hiriente a la expresión. Las palabras de Jesús llenaron aún más de confianza a la mujer, quien, con gran humildad, dijo “Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos.” Reconoció la verdad de su situación, “Confesó que eran señores suyos aquellos a quienes Él había llamado hijos.”(3) El mismo San Agustín señala que aquella mujer “fue transformada por la humildad y mereció sentarse a la mesa con los hijos (4). Conquistó el corazón de Dios, recibió el don que pretendía y una gran alabanza de del Maestro: “¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sanada su hija en aquel instante.” Seria seguramente más tarde una de las primeras mujeres gentiles que abrazaron la fe, y siempre conservaría en su corazón el agradecimiento y el amor al Señor.Nosotros, que nos encontramos lejos de la fe y de la humildad de esta mujer, le pedimos con fervor al maestro: ”Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde.El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu caridad, endiósame: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario.
LAS TRES VIOLETAS
las tres violetas son un signo de los hermanos maristas para representar de una forma muy conmemorativa las principios fundamentales de los maristas los cuales son humildad, sensilles y modestia
La humildad nos acerca a Dios y nos hace apreciar nuestra realidad frente a la grandeza Divina. Conoce cómo vivir a fondo esta virtud.Narra San Mateo en el Evangelio de la Misa (1) que Jesús se retiró con sus discípulos a tierras de gentiles, en la región de Tiro y de Sidón.Allí se le acercó una mujer que, a grandes gritos, imploraba: “¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio.” Jesús la oyó y no contestó nada. Comenta San Agustín que no le hacía caso precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no callaba para negarle el beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia humilde (2).La mujer debió de insistir largo rato, de tal manera que los discípulos, cansados de tanto empeño, dijeron al Maestro: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. El Señor le explicó entonces que Él había venido a predicar en primer lugar a los judíos. Pero la mujer, a pesar de esta negativa, se acercó y se postró ante Jesús, diciendo: “¡Señor, ayúdame!”Ante la perseverante insistencia de la mujer cananea, el Señor le repitió las mismas razones con una imagen que ella comprendió enseguida: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.” Le dice de nuevo que ha sido enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a los paganos. El gesto amable y acogedor de Jesús, el tono de sus palabras, quitarían completamente cualquier tono hiriente a la expresión. Las palabras de Jesús llenaron aún más de confianza a la mujer, quien, con gran humildad, dijo “Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos.” Reconoció la verdad de su situación, “Confesó que eran señores suyos aquellos a quienes Él había llamado hijos.”(3) El mismo San Agustín señala que aquella mujer “fue transformada por la humildad y mereció sentarse a la mesa con los hijos (4). Conquistó el corazón de Dios, recibió el don que pretendía y una gran alabanza de del Maestro: “¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sanada su hija en aquel instante.” Seria seguramente más tarde una de las primeras mujeres gentiles que abrazaron la fe, y siempre conservaría en su corazón el agradecimiento y el amor al Señor.Nosotros, que nos encontramos lejos de la fe y de la humildad de esta mujer, le pedimos con fervor al maestro: ”Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde.El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu caridad, endiósame: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario.
LAS TRES VIOLETAS
El tema propuesto, "la educación marista en México hacia el siglo XXI adquiere una relevancia especial a unos días de la canonización de su fundador Marcelino Champagnat. Marcelino funda a los Hermanos Maristas de la Enseñanza el 2 de enero de 1817; en 1863, 42 años más tarde la Santa Sede les da su aprobación como instituto laical autónomo y de derecho pontificio, respetando su significativo nombre de origen: "Hermanos Maristas de la Enseiíanza".'
En los últimos cinco años, los hermanos maristas de las provincias mexicanos han realizado un sincero y profundo proceso de discernimiento de su misión, de sus obras, de su vida comunitaria y de sus compromisos religiosos. Este proceso se ha complementado, con otro, no menos confrontante, tendente a la revitalización y reestructuración de la institución y de sus obras.
En el acompañamiento del trabajo de recolección, estructura- ción y análisis de la información de estos procesos hemos tenido la oportunidad de conocer la vida de su fundador, su espíritu y sus constituciones; hemos conocido acerca de su misión educativa, de sus proyectos y de sus obras apostólicas educativas y de sus misiones; pero, sobre todo, en el contacto con la vida de los hermanos, en el ejemplo de su compromiso y dedicación, en el compartir y conocer sus inquietudes, sus retos e ilusiones hemos encontrado una fuente invaluable de conocimiento vivencias.
Esta experiencia es el trasfondo inmediato y el horizonte vital de las reflexiones, que hoy presentamos a su consideración.
Al proponer estas ideas nos sentimos comprometidos en la búsqueda de formas educativas para hacer realidad los valores compartidos. Hacerlo es un privilegio, por el significado del poder contribuir con un "grano de arena" a la misión educativa de los hermanos; es nuestro convencimiento de que otras personas preparadas y significativas, en la vida y obras de los maristas, podrían hacerlo mejor.
Preguntas punto de partida para guiar la reflexión
Al iniciar esta reflexión nos planteamos tres preguntas: ¿Qué significado tiene para el México de hoy, en el umbral del siglo = el carisma marista y las obras apostólicas de los hermanos maristas?
¿Qué pueden esperar hoy y para los próximos 20 años, en su formación y educación, de los hermanos maristas, la sociedad mexicana, sus familias, sus niños y sus educadores?
¿Qué pueden esperar de sus colaboradores más cercanos que comparten la misión educativa marista y sus compromisos?
Toda pregunta constituida en un campo de significados ricos y complejos, como las planteadas, requiere de un proceso de interpretación. Este proceso, a su vez, exige una explicitación de su marco de referencia y de las realidades a las que se aluden en él. Diría la filosofía trascendental: toda pregunta se formula en y desde un horizonte de un saber-que-no-sabe acerca de la realidad; y se constituye en la dialéctica entre concepto y realidad.
El marco de referencia adecuado para responder este tipo de preguntas, no puede ser, paradójicamente, el de la racionalidad de medios-fines.
Es decir, no bastaría con una lectura adecuada de los datos de realidad y su enjuiciamiento a la luz de la misión educativa marista, ni con la ponderación de recursos, capacidades y obstáculos para obtener los elementos adecuados para responderlas.
Estas preguntas demandan por la índole propia de su campo de intelección y comprehensión, la adopción de una postura existencias de los tiempos a la luz de la fe, de la oración y de los valores trascendentes expresados en la misma misión.
Perspectivas semejantes a la de esta postura, la encontramos implícita en análisis filosóficos y balances existenciales de lo que ha significado para la humanidad el siglo XXI. De manera ilustrativa presentamos el que hace el filósofo y catedrático de la facultad de filosofía de la Universidad de Barcelona Norbert Bilbeny, quien es también investigador invitado en las universidades de Berkeley, Stanford y Harvard, al ser entrevistado en un diario de circulación nacional.2
Para este pensador una aportación importante del siglo XX ha sido el hecho de poder llegar a asumir radicalmente nuestras limitaciones, para que no se vuelvan a repetir los engaños y desastres anteriores. Para Bilbeny el nuestro ha sido un siglo trágico en el que la filosofía nos ha confrontado radicalmente con nosotros mismos y con nuestras capacidades de sobre vivencia; de tal manera que nos deberíamos sentir avergonzados de nuestra extrema arrogancia, la de pensar que somos una especie superior, y que nuestra historia ha sido desarrollada sobre un mandato de excelencia, de magisterio, que puede ser "enseñada" a las próximas generaciones con orgullo, más que con cierto sentido de culpa.
La superioridad con que ordinariamente nos dirigimos a nosotros mismos, a las otras especies y al resto de espacios del universo, es algo de lo que debiéramos avergonzarnos, ya que con ella hemos provocado millones de víctimas y destrucción de la naturaleza, a lo largo de la historia.
No obstante, podemos estar orgullosos de que, pese a todo, está en nuestras manos recuperar la humanidad que hemos ido perdiendo en el camino.
De aquí que la asignatura pendiente más acuciante de la sociedad global es de tipo moral: la necesidad de desarrollar una ética más madura, más sensible y más viva.
El exceso de racionalismo, de actitudes de control y las creencias irrestrictas en paradigmas de éxito han conducido a millones de jóvenes en el final de este siglo XX a la pérdida de ilusiones y a una crisis existencial de valores sin precedentes.
Educación y horizonte ético: necesidad de una respuesta ética
La educación del siglo = está ya marcada y orientada por un horizonte ético. Es decir, toda propuesta educativa futura, toda innovación, toda institución, todo proyecto, para ser educativo, deberá tener como punto de partida y horizonte de construcción una propuesta valoral y una opción existencias por los valores que propone.
Algunos de los lacerantes dilemas ético educativos que vivimos, desafortunadamente como elemento cotidiano de nuestras sociedades, pueden ilustrarnos lo anterior: hemos logrado, en los últimos cincuenta años, crecer en servicios educativos para las mayorías; pero la mejor educación ha sido para las minorías al margen o a costa de las mayorías; la globalización ha dado un tinte específico a la educación formal con su paradigma dominante de una educación para la competencia, para el éxito y para el bienestar económico, a costa de la equidad, de la justicia y de la solidaridad social, y ha sido causa de empobrecimiento de millones de seres humanos; las personas hoy logran más años de educación, pero estos no des dan acceso necesariamente a mejores niveles de vida, hecho que está generando una gran desilusión y pesimismo social; existe también, sobre todo en países más avanzados, una sobre calificación para el mundo del trabajo productivo y un desempleo creciente inter generacional, que en algunos países se extiende hasta tres generaciones dentro de la misma familia.
Estos y otros dilemas no tienen respuesta en mejoras cualitativas de la educación debidas a la implementación de metodologías educativas innovadoras o a la incorporación de novedosas tecnologías de comunicaciones y o a las tecnologías informáticas, de acopio, almacenaje y distribución de información. Tampoco los programas compensatorios que se han implementado en vanos países con diferentes niveles de desarrollo, y en los que se asignan grandes cantidades de recursos económicos, humanos y tecnológicos para romper los círculos de inequidad o de pobreza, producen los resultados significativos esperados.
Estos fenómenos nos hacen pensar que toda opción educativa, ya sea metodológica, tecnológica, organizacional, institucional o eco- nómica tiene hoy, ineludiblemente, un contenido ético sin precedente en la historia humana.
Los dilemas éticos y la formación valoral que la educación deberá enfrentar, con carácter de urgentes, en el siglo que inicia están marcados por un conjunto de realidades, que prefiguran ya cambios importantes en lo económico, social, político, tecnológico.
La educación es en y para un "mundo que hay que educar"
¿Cuáles son algunas de las características distintivas de este "mundo que hay que educar"? ¿Qué ofrece el proyecto marista, su misión educativa a este mundo"? Dicho de otra forma, ¿las generaciones, grupos e instituciones que tienen responsabilidad educativa para los próximos 20 años, en México, a qué hombre y para qué sociedad deben educar? ¿Desde qué valores y para qué valores? ¿Bajo qué condiciones culturales, institucionales, metodológicas se realizará la producción del hecho educativo en el futuro inmediato? Refiriéndose al futuro, y en relación a la cultura de cambio de
los maestros, y a las respuestas que éstos dan existencialmente a propuestas de innovación educativa, Margaret Mead, expresó lo siguiente: es un hecho que, para los maestros, el futuro ya pasó y no se han dado cuenta. Viven gran parte de su existencia proponiendo lo que aprendieron en el pasado para un futuro que desconocen. Para nosotros, el futuro educativo está ya en el presente; podemos y debemos leerlo en los signos de los tiempos para entender cómo dar respuesta a sus retos. El primer reto es el de adscribirnos a ese futuro como protagonistas, de forma consciente y responsable junto con nuestras instituciones y con nuestros proyectos educativos. ¿Cuáles son algunos de estos signos distintivos, y cuáles las características del mundo que hay que educar? El primero y fundamental, que hemos ya señalado, es que la educación de hoy y del futuro inmediato está marcada ineludible- mente por su contenido ético y valoral. Al llegar al final de este siglo hemos logrado tomar conciencia de un hecho sin precedentes en la historia del hombre: la posibilidad y la necesidad de optar existencialmente por los valores, en la organización y en la estructura de las instituciones como condición de viabilidad del género humano. Más aún, hemos llegado a formular y proponer marcos valorases compartidos de forma casi universal, para dirigir y regir la convivencia humana en un mundo globalizado.
Estos marcos valorales nos guían ya, nos inspiran y nos sirven de criterio para enjuiciar nuestras realizaciones humanas y nuestros proyectos educativos.
Históricamente estamos llegamos al fin de un siglo y de un milenio con el patrimonio valioso de tres marcos valorales compartidos casi de forma universal.
Los valores de la persona en comunidad. El personalismo comunitario
Uno es el marco de los valores de la persona en comunidad, la Postura antropológica fundamental que reconoce a la persona como ser inacabado, como proyecto y que constituye "caminos" para la persona en comunidad: la formación y la conquista de la libertad en la responsabilidad; la comunicabilidad de la persona; el conocimiento como construcción social; la sociabilidad y sus dimensiones, solidaridad, equidad, trabajo, colaboración, participación; la creatividad como desarrollo "autopiético"; la trascendencia que se origina en la autonomía del espíritu, cuando el sujeto toma posición existencias de lo que es correcto, de lo que es bueno y se ubica ante Dios, en el mundo de la historia y subordina a Dios razón, sentido y justicia.
Los valores de la educación en y para la vida
Otro es el marco de los valores educativos de la vida para la vida: el respeto a la vida, la convicción de educar para generar las condiciones de viabilidad del género humano, el cuidado de la biodiversidad biológica, etcétera.
Los valores en los derechos humanos universales
Un tercer marco es el de los valores expresados en los derechos universales del hombre: la libertad, la prohibición de la esclavitud; la libertad de expresión y de opinión; la igualdad en dignidad y en derechos; la solidaridad; la participación; el desarrollo sustentable.
Tres referentes valorases que se han ido explicitando, "tematizando", formulando y compartiendo progresivamente, en los dos últimos siglos.
Han nacido de la conciencia colectiva a través de experiencias límite dolorosas: guerras, genocidios, eventos catastróficos de la naturaleza en los que el hombre ha tenido su parte importante.
También tienen otra fuente: la reflexión y la conciencia colectivas, adquiridas frente a las posibilidades y límites de desarrollos filosóficos, científicos y tecnológicos.
Y, sobre todo, principalmente han nacido del testimonio de vida de personas, grupos e instituciones que han encarnado estructuras de bien de orden en las que se expresan y hacen transparentes creencias y valores humanos y religiosos trascendentes. Por mencionar dos personas que con su testimonio de vida han trascendido en instituciones, una del siglo pasado y otra de este siglo: el Beato Marcelino Champagnat y la Madre Teresa de Calcuta.
En los últimos cinco años, los hermanos maristas de las provincias mexicanos han realizado un sincero y profundo proceso de discernimiento de su misión, de sus obras, de su vida comunitaria y de sus compromisos religiosos. Este proceso se ha complementado, con otro, no menos confrontante, tendente a la revitalización y reestructuración de la institución y de sus obras.
En el acompañamiento del trabajo de recolección, estructura- ción y análisis de la información de estos procesos hemos tenido la oportunidad de conocer la vida de su fundador, su espíritu y sus constituciones; hemos conocido acerca de su misión educativa, de sus proyectos y de sus obras apostólicas educativas y de sus misiones; pero, sobre todo, en el contacto con la vida de los hermanos, en el ejemplo de su compromiso y dedicación, en el compartir y conocer sus inquietudes, sus retos e ilusiones hemos encontrado una fuente invaluable de conocimiento vivencias.
Esta experiencia es el trasfondo inmediato y el horizonte vital de las reflexiones, que hoy presentamos a su consideración.
Al proponer estas ideas nos sentimos comprometidos en la búsqueda de formas educativas para hacer realidad los valores compartidos. Hacerlo es un privilegio, por el significado del poder contribuir con un "grano de arena" a la misión educativa de los hermanos; es nuestro convencimiento de que otras personas preparadas y significativas, en la vida y obras de los maristas, podrían hacerlo mejor.
Preguntas punto de partida para guiar la reflexión
Al iniciar esta reflexión nos planteamos tres preguntas: ¿Qué significado tiene para el México de hoy, en el umbral del siglo = el carisma marista y las obras apostólicas de los hermanos maristas?
¿Qué pueden esperar hoy y para los próximos 20 años, en su formación y educación, de los hermanos maristas, la sociedad mexicana, sus familias, sus niños y sus educadores?
¿Qué pueden esperar de sus colaboradores más cercanos que comparten la misión educativa marista y sus compromisos?
Toda pregunta constituida en un campo de significados ricos y complejos, como las planteadas, requiere de un proceso de interpretación. Este proceso, a su vez, exige una explicitación de su marco de referencia y de las realidades a las que se aluden en él. Diría la filosofía trascendental: toda pregunta se formula en y desde un horizonte de un saber-que-no-sabe acerca de la realidad; y se constituye en la dialéctica entre concepto y realidad.
El marco de referencia adecuado para responder este tipo de preguntas, no puede ser, paradójicamente, el de la racionalidad de medios-fines.
Es decir, no bastaría con una lectura adecuada de los datos de realidad y su enjuiciamiento a la luz de la misión educativa marista, ni con la ponderación de recursos, capacidades y obstáculos para obtener los elementos adecuados para responderlas.
Estas preguntas demandan por la índole propia de su campo de intelección y comprehensión, la adopción de una postura existencias de los tiempos a la luz de la fe, de la oración y de los valores trascendentes expresados en la misma misión.
Perspectivas semejantes a la de esta postura, la encontramos implícita en análisis filosóficos y balances existenciales de lo que ha significado para la humanidad el siglo XXI. De manera ilustrativa presentamos el que hace el filósofo y catedrático de la facultad de filosofía de la Universidad de Barcelona Norbert Bilbeny, quien es también investigador invitado en las universidades de Berkeley, Stanford y Harvard, al ser entrevistado en un diario de circulación nacional.2
Para este pensador una aportación importante del siglo XX ha sido el hecho de poder llegar a asumir radicalmente nuestras limitaciones, para que no se vuelvan a repetir los engaños y desastres anteriores. Para Bilbeny el nuestro ha sido un siglo trágico en el que la filosofía nos ha confrontado radicalmente con nosotros mismos y con nuestras capacidades de sobre vivencia; de tal manera que nos deberíamos sentir avergonzados de nuestra extrema arrogancia, la de pensar que somos una especie superior, y que nuestra historia ha sido desarrollada sobre un mandato de excelencia, de magisterio, que puede ser "enseñada" a las próximas generaciones con orgullo, más que con cierto sentido de culpa.
La superioridad con que ordinariamente nos dirigimos a nosotros mismos, a las otras especies y al resto de espacios del universo, es algo de lo que debiéramos avergonzarnos, ya que con ella hemos provocado millones de víctimas y destrucción de la naturaleza, a lo largo de la historia.
No obstante, podemos estar orgullosos de que, pese a todo, está en nuestras manos recuperar la humanidad que hemos ido perdiendo en el camino.
De aquí que la asignatura pendiente más acuciante de la sociedad global es de tipo moral: la necesidad de desarrollar una ética más madura, más sensible y más viva.
El exceso de racionalismo, de actitudes de control y las creencias irrestrictas en paradigmas de éxito han conducido a millones de jóvenes en el final de este siglo XX a la pérdida de ilusiones y a una crisis existencial de valores sin precedentes.
Educación y horizonte ético: necesidad de una respuesta ética
La educación del siglo = está ya marcada y orientada por un horizonte ético. Es decir, toda propuesta educativa futura, toda innovación, toda institución, todo proyecto, para ser educativo, deberá tener como punto de partida y horizonte de construcción una propuesta valoral y una opción existencias por los valores que propone.
Algunos de los lacerantes dilemas ético educativos que vivimos, desafortunadamente como elemento cotidiano de nuestras sociedades, pueden ilustrarnos lo anterior: hemos logrado, en los últimos cincuenta años, crecer en servicios educativos para las mayorías; pero la mejor educación ha sido para las minorías al margen o a costa de las mayorías; la globalización ha dado un tinte específico a la educación formal con su paradigma dominante de una educación para la competencia, para el éxito y para el bienestar económico, a costa de la equidad, de la justicia y de la solidaridad social, y ha sido causa de empobrecimiento de millones de seres humanos; las personas hoy logran más años de educación, pero estos no des dan acceso necesariamente a mejores niveles de vida, hecho que está generando una gran desilusión y pesimismo social; existe también, sobre todo en países más avanzados, una sobre calificación para el mundo del trabajo productivo y un desempleo creciente inter generacional, que en algunos países se extiende hasta tres generaciones dentro de la misma familia.
Estos y otros dilemas no tienen respuesta en mejoras cualitativas de la educación debidas a la implementación de metodologías educativas innovadoras o a la incorporación de novedosas tecnologías de comunicaciones y o a las tecnologías informáticas, de acopio, almacenaje y distribución de información. Tampoco los programas compensatorios que se han implementado en vanos países con diferentes niveles de desarrollo, y en los que se asignan grandes cantidades de recursos económicos, humanos y tecnológicos para romper los círculos de inequidad o de pobreza, producen los resultados significativos esperados.
Estos fenómenos nos hacen pensar que toda opción educativa, ya sea metodológica, tecnológica, organizacional, institucional o eco- nómica tiene hoy, ineludiblemente, un contenido ético sin precedente en la historia humana.
Los dilemas éticos y la formación valoral que la educación deberá enfrentar, con carácter de urgentes, en el siglo que inicia están marcados por un conjunto de realidades, que prefiguran ya cambios importantes en lo económico, social, político, tecnológico.
La educación es en y para un "mundo que hay que educar"
¿Cuáles son algunas de las características distintivas de este "mundo que hay que educar"? ¿Qué ofrece el proyecto marista, su misión educativa a este mundo"? Dicho de otra forma, ¿las generaciones, grupos e instituciones que tienen responsabilidad educativa para los próximos 20 años, en México, a qué hombre y para qué sociedad deben educar? ¿Desde qué valores y para qué valores? ¿Bajo qué condiciones culturales, institucionales, metodológicas se realizará la producción del hecho educativo en el futuro inmediato? Refiriéndose al futuro, y en relación a la cultura de cambio de
los maestros, y a las respuestas que éstos dan existencialmente a propuestas de innovación educativa, Margaret Mead, expresó lo siguiente: es un hecho que, para los maestros, el futuro ya pasó y no se han dado cuenta. Viven gran parte de su existencia proponiendo lo que aprendieron en el pasado para un futuro que desconocen. Para nosotros, el futuro educativo está ya en el presente; podemos y debemos leerlo en los signos de los tiempos para entender cómo dar respuesta a sus retos. El primer reto es el de adscribirnos a ese futuro como protagonistas, de forma consciente y responsable junto con nuestras instituciones y con nuestros proyectos educativos. ¿Cuáles son algunos de estos signos distintivos, y cuáles las características del mundo que hay que educar? El primero y fundamental, que hemos ya señalado, es que la educación de hoy y del futuro inmediato está marcada ineludible- mente por su contenido ético y valoral. Al llegar al final de este siglo hemos logrado tomar conciencia de un hecho sin precedentes en la historia del hombre: la posibilidad y la necesidad de optar existencialmente por los valores, en la organización y en la estructura de las instituciones como condición de viabilidad del género humano. Más aún, hemos llegado a formular y proponer marcos valorases compartidos de forma casi universal, para dirigir y regir la convivencia humana en un mundo globalizado.
Estos marcos valorales nos guían ya, nos inspiran y nos sirven de criterio para enjuiciar nuestras realizaciones humanas y nuestros proyectos educativos.
Históricamente estamos llegamos al fin de un siglo y de un milenio con el patrimonio valioso de tres marcos valorales compartidos casi de forma universal.
Los valores de la persona en comunidad. El personalismo comunitario
Uno es el marco de los valores de la persona en comunidad, la Postura antropológica fundamental que reconoce a la persona como ser inacabado, como proyecto y que constituye "caminos" para la persona en comunidad: la formación y la conquista de la libertad en la responsabilidad; la comunicabilidad de la persona; el conocimiento como construcción social; la sociabilidad y sus dimensiones, solidaridad, equidad, trabajo, colaboración, participación; la creatividad como desarrollo "autopiético"; la trascendencia que se origina en la autonomía del espíritu, cuando el sujeto toma posición existencias de lo que es correcto, de lo que es bueno y se ubica ante Dios, en el mundo de la historia y subordina a Dios razón, sentido y justicia.
Los valores de la educación en y para la vida
Otro es el marco de los valores educativos de la vida para la vida: el respeto a la vida, la convicción de educar para generar las condiciones de viabilidad del género humano, el cuidado de la biodiversidad biológica, etcétera.
Los valores en los derechos humanos universales
Un tercer marco es el de los valores expresados en los derechos universales del hombre: la libertad, la prohibición de la esclavitud; la libertad de expresión y de opinión; la igualdad en dignidad y en derechos; la solidaridad; la participación; el desarrollo sustentable.
Tres referentes valorases que se han ido explicitando, "tematizando", formulando y compartiendo progresivamente, en los dos últimos siglos.
Han nacido de la conciencia colectiva a través de experiencias límite dolorosas: guerras, genocidios, eventos catastróficos de la naturaleza en los que el hombre ha tenido su parte importante.
También tienen otra fuente: la reflexión y la conciencia colectivas, adquiridas frente a las posibilidades y límites de desarrollos filosóficos, científicos y tecnológicos.
Y, sobre todo, principalmente han nacido del testimonio de vida de personas, grupos e instituciones que han encarnado estructuras de bien de orden en las que se expresan y hacen transparentes creencias y valores humanos y religiosos trascendentes. Por mencionar dos personas que con su testimonio de vida han trascendido en instituciones, una del siglo pasado y otra de este siglo: el Beato Marcelino Champagnat y la Madre Teresa de Calcuta.
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